Antiguamente, los enfermos de lepra eran aislados del contacto humano. No obstante, a día de hoy se sabe que su contagio no es tan sencillo, ya que esta solo es contagiosa en su forma lepromatosa y cuando no reciben tratamiento. Para ser considerado contacto de riesgo, es necesario tener un contacto muy estrecho, es decir, convivir con la persona infectada durante un largo periodo de tiempo. También hay estudios que han descubierto, que algunas personas presentan inmunidad natural frente a la lepra, por lo que aunque se infectasen, su organismo podría combatirla de manera natural.
Como principal mecanismo de prevención tenemos la vacunación con BCG (bacilo Calmette-Guerin), que también es utilizado contra la tuberculosis. En países donde la lepra es endémica, los niños son vacunados desde pequeños; de la misma forma que, si una persona es considerada contacto estrecho de un enfermo, se le administrará como medida profiláctica una dosis. Hay otro tipo de casos, que en ciertas ocasiones (como aquellas que reciben un diagnóstico precoz o pasan la enfermedad), que también reciben una dosis de la vacuna.
Actualmente, se administra más de una dosis para mejorar la inmunidad y la duración de la protección, ya que con el tiempo se ha descubierto que se pierde.
Ante cualquier sospecha o síntoma es importante que acuda a su médico porque de esta forma podemos evitar que se agraven los síntomas y que queden secuelas, es decir, podríamos hacer un adecuado control de la enfermedad.
A continuación, dejo una gráfica de la Revista Española de Salud Pública en la que se muestran los tipos de lepra más frecuentes (lepromatosa, dimorfa, tuberculoide e indeterminada) y su incidencia en función del sexo.
Información:
NewsMedical Life Sciences- Leprosy
Revista Española de Salud Pública- Epidemiología de la lepra